Saltar al contenido
Portada » El tic

El tic

[Castellano]

Otro cuento corto… Espero que lo disfrutéis.

El tic.

Siempre recordaré aquella jornada como una de las más emocionantes de mi vida. El clima no podía ser mejor, un sol de justicia acompañado por un aire fresco que hacía muy soportable la temperatura. Ese día venía un físico a dar una charla en la universidad, y no podía perdérmelo por nada del mundo. Su nombre resonaba en mi mente, se llamaba Dr. Roschet.

Dicen que todos los grandes físicos tienen alguna extraña particularidad, de algunos se dice que son excéntricos y de otros simplemente son geeks que no salen de casa y cuentan chistes sobre electrones y átomos.

El Dr. Roschet tenía un tic. Pero no un tic de los habituales, sino un tic que iba más allá de un simple espasmo nervioso. Se decía que en cualquier momento los ojos del doctor empezaban a brillar, se tornaban rojos y emitían un fulgor plateado.

Y como en toda conferencia, la mitad de los alumnos iban a aprender y a disfrutar de lo que el doctor podía enseñarles y la otra mitad simplemente iba a ver qué tenía de raro ese físico.

Pero a mí me motivaba aprender. Esa conferencia me confirmó las sospechas sobre mi futuro, quería seguir sus mismos pasos.

Y así fue como estudié física y posteriormente realicé un doctorado para poder dedicarme a la investigación. Y tuve la gran suerte, tras insistir y realizar varias entrevistas, de poder formar parte del grupo de investigadores del Dr. Roschet.

El doctor había avanzado mucho en sus investigaciones. Dejó aparcado su anterior proyecto aún cuando en Washington habían utilizado parte de su trabajo para desarrollar una nueva arma que estaba dando muy buenos resultados en el control de países con terrorismo, aunque eso evidentemente, generaba mucha controversia. Como consecuencia de esta agresiva arma en Corea ahora había una zona cero.

El Dr. Roschet actualmente basaba sus estudios en un campo completamente distinto, la teoría de la relatividad, olvidando y negando por completo todo lo que había aprendido de la mecánica cuántica. Y de vez en cuando, cuando estaba escribiendo aquellos característicos garabatos, y nadie le prestaba atención, sus ojos se tornaban rojos, como aseguraba la leyenda urbana que circulaba sobre él. Aunque no emitían ningún tipo de aura, simplemente se coloreaban, el doctor se disculpaba y se retiraba a su despacho. Volvía al cabo de unas horas con las fuerzas renovadas y el color de ojos recuperado. Ninguno de nosotros comentó jamás nada al respecto. Al menos delante de él.

Pero como es natural, los rumores circulaban.

Algunos decían que tenía una extraña enfermedad, otros creían que había estado demasiado tiempo expuesto a algún tipo de material nocivo, pero yo me conformaba con pensar que simplemente trabajaba demasiado.

Y aunque pasé varios años trabajando con él no averigüé la verdad hasta poco antes de irme del laboratorio.

Una noche tuvimos una acalorada discusión sobre la ética y moral del posible resultado de nuestro proyecto. El grupo se dividió en dos opiniones completamente opuestas, y una de las posturas sólo la defendíamos el Dr. Roschet y yo. Nuestros compañeros se fueron al ver que no tenían forma de convencernos, y cuando nos quedamos solos, el doctor se me acercó y me miró fijamente.

– Nuestro trabajo no debe usarse para dañar al ser humano sino para hacerlo más grande. Es extraño… O ya entiendes eso o eres un chiflado por estar de acuerdo conmigo e ignorar las ventajas que puede traerte ir en contra de la humanidad.

– Estoy totalmente de acuerdo con usted, doctor. Después de todo, le he seguido hasta aquí sólo por realizar mi sueño. Sería estúpido ir en contra de todo lo que me ha enseñado.

– Me alegra que no hayas tenido que cometer un terrible error para darte cuenta. Mañana tus compañeros realizarán una petición a mi superior para que la investigación siga el curso que ellos desean, y por desgracia, será aceptada. No es la primera vez que me incitan a trabajar en contra de la humanidad. Ya me equivoqué una vez, pero mañana tomaré la elección correcta. Has sido un buen alumno y un buen compañero de trabajo.

No supe qué responderle. Uno de los mayores físicos cuánticos de la historia me palmeó el hombro y miró hacia el vacío, recordando.

Entonces los ojos se le tornaron rojos y al bajar la vista dijo algo que siempre se me quedará grabado, los genios también lloramos.

Espero que os haya gustado,

Carles.

7 comentarios en «El tic»

  1. Hola! es el primer cuentecico que leo, y me ha gustado. La historia es buena perooo… jejeje tiene algunas cositas que fallan, pero en general chico te felicito! Intentaré ponerme al día por aquí! Un abrazo.

    Jess.

  2. Bueno, a mi parecer, creo que haces varias reiteraciones al principio tel texto, con día, y sobretodo en la parte que pones […] de vez en cuando, cuando estaba escribiendo[…]queda duro al leerlo.
    Pero que tío, yo soy una pringadilla no me hagas mucho caso, que no quiero que pienses que voy de listilla, que soy un poco bocacillas!.
    El cuento tiene un fondo cojonudo, y te deja una media sonrisa y pena al mismo tiempo. Describes bastante cuando empiezas el entorno o ambiente del ese día, haces que uno se lo pueda imaginar.
    Sigue así! dale duro.
    Un abrazo.

  3. Muchas gracias Jess!!! Y Txusti!!!! Qué tal todo? Muchísimas gracias por leerme, me ha hecho mucha ilusión verte por aquí! Y Ro… cómo que te cago a pedos? A palos te cagaré como no me escribas más a menudo!!!! 🙂 Muchos besos también para tí guapísima!

  4. Buenas !!!
    A mi m’agradat força, però trobo que li falta un noseque al final. El començament és superbó i t’engaixa, però el final, no m’acava de ….
    Molt bé… continuaré fent comentaris…. m’he llegit un parell i estan molt, però que molt bé.

Deja una respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.