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Erundina

[Castellano]

Aquí os dejo con otro cuento corto… recién salido del horno:

Erundina.

Las cajas ya llegaban hasta el baño. Había recogido los álbumes de fotos de su boda y de cuando nació su hija. Sólo le quedaban las fotos repartidas por toda la casa. Los electrodomésticos eran tan viejos que en casa de su hija no harían ninguna falta.

Erundina se dirigió a su habitación y abrió los armarios roperos, y a medida que iba empaquetando la ropa de su difunto marido iba palpando los cuellos de las camisas, desempolvando poco a poco sus lejanos recuerdos.

El timbre sonó por toda la casa. Erundina dejó por un momento de empaquetar su vida y se dirigió al recibidor. Esperaba esa llamada.

Un hombre trajeado de edad indeterminada entre los treinta y los cuarenta se encontraba tras la puerta.

– Es la hora señora. – le dijo.

–          Lo sé, lo sé, ¿No podéis darme un día más? Todavía tengo que empaquetar todas las fotos y los libros de recetas. – respondió.

– La ley es la ley, señora. No podemos cambiar las leyes.

– Mira jovencito, una ha vivido lo suficiente como para saber que un día más o un día menos no hará daño a nadie. Así que por tu bien espero que te vayas y que no regreses hasta esta noche. – dijo Erundina.

No estaba para bromas, no había acabado de recoger sus cosas. No gritaba, pero nunca en su vida había tenido la necesidad de gritar. Una de sus miradas había hecho retroceder a más de un personaje con oscura trayectoria.

Cerró la puerta disgustada.

Lo más importante para ella era que todo estuviera empaquetado, ordenado y preparado para cualquier eventualidad. Y no lo tenía todo listo, todavía no.

Llamó al camión de las mudanzas. Envío urgente hacia casa de su hija. Escribió una carta:

“Siento enviarte todo esto sin mucha antelación, pero la casa tiene que quedar vacía para mañana. Han venido antes de lo esperado, pero no te preocupes que ya lo he preparado todo. Espero que recibas todas las cajas, te las mando con una compañía que me ha asegurado que mañana mismo lo tendrás todo ahí. Supongo que me verás como máximo en un par de días. No te preocupes por mí, estoy bien.”

Se dirigió a la cocina y acabó de empaquetar los libros de recetas que tanto esfuerzo le había costado. Horas más tarde, cuando acabó con todas las cajas, se sentó en su butaca y se encendió la televisión.

Y llegada la noche, cenó una sopa reconfortante y se lavó los dientes. Se estiró en la cama, y sólo cuando supo que todo estaba listo, sonó el timbre, sonrió, cerró los ojos y expiró.

Espero que os haya gustado, y como siempre, cualquier duda, crítica u opinión, por favor, ¡Dejad un comentario!

Carles.

4 comentarios en «Erundina»

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