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La estupidez de estar un jueves y un viernes sin trabajo.

El jueves, con fuerzas renovadas tras un miércoles tranquilo, empiezas tu trabajo de forma ágil y metódica. Pero cual rama de higuera, traicionera, se acaba antes de lo previsto.
Empiezas a pensar qué motivos puede tener Fortuna para que te quedes el resto del dí­a mirando una pantalla brillante en una silla diseñada por alguien al que seguro, en algún momento, le extirparon los riñones.

Pues bien, el placer de pensar que el bulto de trabajo iba a durar todo un día desaparece. En su lugar se deja mostrar el molesto cosquilleo impaciente, típico en aquellas personas a las que les gusta optimizar su tiempo.

Sí­, llamémoslo optimizar. Como iba diciendo, ese cosquilleo te persigue durante unos segundos, dando pie a unos picores de causa desconocida. Llamémoslo alergia.

La directora se marcha, alegando que va al dentista aunque tú sabes bien que las canas que hoy luce, mañana serán oscuras y de un tono mate. Eso no ayuda. Tus iguales te comentan que también quieren irse, pero alguien tiene que quedarse.
Alegas que todos queréis iros.

A los picores se le suma el sudor frí­o, consecuencia evidente de esta Allergius Temporus, que evidentemente no tiene solución.

Además, sabes que cobras por horas. Pero pagarí­as por no tener que quedarte. Así que sonríes, intentas esconder esos excemas que te acaban de salir y entre sudores le comentas a la segunda de abordo, que por hoy, visto lo visto, te vas.

Sonrí­e y te desea un buenas tardes y un hasta mañana.

Bajas las escaleras de tres en tres, y cuando llegas abajo, te arreglas la corbata, te peinas un poco, y caminas como si toda tu vida fuera perfecta.

Y si preguntan por qué hoy a las seis estás en casa, les dices que no había más trabajo, y cuando te comentan la suerte que tienes sonríes y les dices «Sí».

Pero el verdadero problema, no es estar obsesionado con optimizar el tiempo. El problema te lo encuentras cuando, al dí­a siguiente, apareces en el trabajo y la directora te mira y te dice: «Menuda suerte, hoy, parece que no hay trabajo».

Pero tú ya estás ahí y ella ya no tiene canas. Y a ella le queda una hora y a tí otras siete.

Y lo peor de todo, es que los sarpullidos de ayer todaví­a no se han marchado, y a este paso, durarán más de lo previsto.

¿Qué coño es todo esto?

Mi tiempo aquí… si todo sigue igual… durará poco.

Carles.

1 comentario en «La estupidez de estar un jueves y un viernes sin trabajo.»

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